La Economía Invisible: Ingreso Básico
La Economía Invisible remunera a la gente con un ingreso básico garantizado: la base mínima de estabilidad que necesitan para hacer arte.
Parte 4 de 12
Por Beatriz Ramos y Yehudit Mam
Parte 3: Estructura de Incentivos
La Economía Invisible recompensa a las personas con un ingreso básico garantizado que les da la seguridad financiera mínima que necesitan para seguir sus deseos intrínsecos y crear arte sin presión para producir. Este sistema no recompensa la producción o las ventajas inherentes, como la riqueza, el género, o incluso el talento. Las personas son recompensadas en función de su esfuerzo. Esto reconoce las diferentes contribuciones que cada persona agrega al sistema en total, lo que resulta en una distribución más equitativa de las recompensas para todos los miembros de la comunidad.
Menos del 1% de todos los artistas pueden subsistir de su trabajo como artistas. La meritocracia es una falacia. En una sociedad extremadamente desigual, aquellos con ventajas heredadas (como la raza, la posición social, el género, la posición económica) tienen más oportunidades para desarrollar sus talentos y competir contra los que no gozan del mismo acceso y oportunidades. Las superestrellas no son un producto del mérito sino el resultado de una escala estelar, también conocida como mercado de “todo para el ganador”, que genera unas cuantas personas de alto rendimiento y una larga cola de personas de bajo rendimiento.
El curador de arte Jason Bailey pregunta, “Tenemos más de 15 veces la cantidad de población mundial que había durante el Renacimiento. La medicina moderna ha alargado nuestros años de vida, y la tecnología y la innovación le han dado tiempo libre a mucha más gente. ¿Entonces por qué no tenemos por lo menos 10 veces más artistas como Miguel Ángel, Rafael y Da Vinci?”
En este texto, afirmamos que es un problema económico.
En el pasado, los artistas se formaban en gremios y eran subvencionados por mecenas: la aristocracia, la realeza o la iglesia católica. Durante la era romántica, el concepto del artista cambió del artesano al genio solitario. A medida que avanzó la sociedad capitalista, el artista, esa criatura en contacto con la divinidad, ejemplificó la resistencia a comercializarse. Pero en La muerte del artista y el surgimiento del empresario creativo, William Deresiewicz afirma que el concepto idealizado del artista como un genio, aún tan prevalente en nuestra imaginación colectiva, es obsoleto desde hace más de medio siglo. “Cuando se institucionalizó el arte inevitablemente se institucionalizó el artista. El genio se convirtió en un profesional. Ya no se mudaba a París para pintar en una buhardilla y esperar a que el mundo lo reconociera. Como un doctor o abogado, ahora estudiaba la carrera de arte y trataba de encontrar empleo.” Los artistas profesionales se convirtieron en parte del sistema y avanzaron sus carreras mediante la acumulación de referencias, premios, y construyendo su currículum.
“En la era de la información, hemos entrado a una transición que se define por el triunfo final del mercado y su sistema de valores.”
Deresiewicz continúa, “El [artista] profesional está dando paso al emprendedor.” Aunque parecería que ser parte de la clase emprendedora daría a los artistas mayor control sobre su trabajo, Deresiewicz explica que las instituciones, agentes y galerías al menos solían servir como un amortiguador entre los artistas y el mercado pero hoy "las instituciones que han apuntalado el sistema existente se están contrayendo o desintegrando... Los empleados se están convirtiendo en contratistas independientes (o pasantes no remunerados). Todo el mundo está en un aprieto presupuestario a causa de reducciones, subcontrataciones, fusiones o colapsos. Ahora se supone que todos somos nuestro propio jefe, nuestro propio negocio, nuestro propio agente, nuestra propia marca, nuestro propio departamento de mercadeo, producción y contabilidad. El espíritu empresarial se nos vende como una oportunidad. Es, en general, una necesidad. Todo el mundo entiende que nadie puede contar con un trabajo fijo. "
En las economías de libre mercado, los mercados laborales se consideran meritocracias perfectamente competitivas en las que se paga a las personas de acuerdo con lo que son capaces de producir basados en una combinación de talento y esfuerzo. Pero en un mercado global de arte valuado en 67.4 mil millones de dólares, las galerías que solamente venden en el mercado primario reportan que 63% de sus ventas pertenecen asus tres artistas más vendidos, con un solo artista acaparando el 42% de esos ingresos.
Recientemente, Jeff Koons fue declarado el artista viviente más caro después de que su obra Rabbit se vendiera por $91.07 millones en Christie’s. Según el punto de vista meritocrático, Koons es el artista más talentoso y trabajador del mundo. Pero Jeff Koons es un hombre blanco procedente de la clase media, que hizo su carrera profesional en la ciudad de Nueva York, un centro económico y cultural. Muchos artistas igualmente o más talentosos que Koons no tienen sus ventajas, ni las mismas oportunidades que Koons ha tenido, a pesar de sus esfuerzos. El estudio La paradoja de la meritocracia encontró que en las organizaciones que promueven la meritocracia “en general, los aumentos salariales fueron significativamente más bajos para las mujeres, las minorías étnicas y los empleados no nacidos en Estados Unidos en comparación con los hombres blancos con las mismas evaluaciones de desempeño, en el mismo puesto y unidad de trabajo, con el mismo supervisor y el mismo capital humano”. Por lo tanto, no es el mérito, sino son el prejuicio y la falta de acceso las razones por las cuales el 87.4% de las obras de las colecciones de los principales museos estadounidenses son de artistas hombres y el 85.4% de artistas blancos. Los artistas asiáticos suman un 9%; Los latinos constituyen solo el 2.8%, y los artistas afroamericanos tienen la participación más baja con solo el 1.2% de las obras.
La meritocracia del libre mercado fue una respuesta a la falta de movilidad en las sociedades aristocráticas en las que los privilegios se adquirían al nacer. Pero como el profesor de Yale Daniel Markovits afirma en su libro La trampa de la meritocracia, “La meritocracia se ha convertido precisamente en lo que fue inventada para combatir: un mecanismo para la transmisión dinástica de la riqueza y el privilegio a través de las generaciones.” Mientras más importante es el mérito en relación al éxito, más influencia tienen las ventajas heredadas.
Las investigaciones demuestran que los alumnos de bajos ingresos con las calificaciones más altas en matemáticas tienen menos probabilidades de graduarse de la universidad que los alumnos ricos con las calificaciones más bajas. Muchas universidades selectas norteamericanas admiten más estudiantes del sector 1% más rico de la población que del 60% más pobre. “Las enormes inversiones que los padres de la élite realizan para la educación de sus hijos excluyen efectivamente a los jovenes que no provienen de familias de la élite, y eventualmente de las ocupaciones que confieren ingresos altos y estatus en el orden económico y social”, escribe Markovits.
Las superestrellas como Jeff Koons no son producto del mérito, definido como una combinación de talento, capacidad, y esfuerzo, sino el resultado de un sistema estelar.
En los mercados donde el ganador se lo lleva todo, solo unas cuantas personas ganan, pero las que lo hacen obtienen la mayor parte de las recompensas. Las personas en el segundo nivel ganan sustancialmente menos, incluso cuando son igualmente talentosas y trabajadoras, y las diferencias entre su trabajo y el trabajo de los que están a la cabeza son imperceptibles.
Como dice el crítico de arte Jerry Saltz en su artículo Cómo ser un artista, “Aunque todo lo que vemos del mundo del arte hoy en día son precios astronómicos, ostentación, glamur y comportamientos adictivos, recuerden que solo el uno por ciento del uno por ciento del uno por ciento de todos los artistas se hacen ricos con sus obras de arte”.
En Éxito y suerte: la buena fortuna y el mito de la meritocracia, Robert Frank, profesor de economía en Cornell, explica: "Existe una naturaleza autoperpetuante en los mercados en los que el ganador se lleva todo: el éxito a menudo es el resultado de ciclos de retroalimentación positiva que amplifican pequeñas variaciones iniciales que crean enormes diferencias en los resultados finales". En tales sistemas estelares, las ventajas heredadas benefician de manera desproporcionada a ciertas personas. Si tienes la suerte de ser un hombre blanco rico que vive en Nueva York, llevas ventaja en la carrera y los mercados amplificarán tu ventaja exponencialmente, haciendo técnicamente imposible que otras personas talentosas te alcancen. Según las simulaciones del modelo de Frank, los ganadores de los sistemas estelares rara vez son los más talentosos, pero siempre están entre los más afortunados.
En A quién le pertenece el futuro, el innovador tecnológo Jaron Lanier dice que depender fundamentalmente de un sistema estelar no es sólo un error ético, sino también matemático porque el “ruido”, lo que conocemos como suerte, se amplifica. “Sí, la ganadora de un concurso de canto es lo suficientemente buena como para ser la ganadora, pero incluso el más leve destello del destino podría haber alterado las circunstancias para convertir a otra persona en la ganadora. Y, sin embargo, ha una gran diferencia entre las recompensas cuando se gana que cuando se pierde.”
Los sistemas estelares producen la concentración de riqueza de los pocos afortunados que están en la cima, amplificada por lo que la sociedad valora.
Los abogados son más valorados que los artistas, por lo que obtienen una mayor tajada del pastel de los ingresos. “Necesitamos reconocer que las personas nacen con diferentes talentos”, dice Peter Singer, profesor de bioética en Princeton: “La gente talentosa puede esforzarse para aprovechar al máximo sus capacidades, pero si no tienen las capacidades que nuestra sociedad remunera, no llegarán a la cima, no importa cuán arduamente trabajen.“
Hoy en día, estudiar arte en la Rhode Island School of Design cuesta casi lo mismo que estudiar leyes en la universidad de Yale, y sin embargo la rentabilidad de la inversión es muy diferente. Un salario de entrada para los egresados de la escuela de leyes de Yale es de $102,000; esto es, dos veces el salario promedio anual para un egresado de RISD, el cual suma solamente $51,000 diez años después de su graduación. “Los salarios bajos son muy comunes al principio de las carreras en el sector creativo, y el trabajo no remunerado se está convirtiendo en un requisito previo para ingresar a una carrera en un mercado más competitivo. Los graduados a menudo toman una serie de trabajos a corto plazo, no remunerados, especulativos, mal pagados, u oportunidades independientes“, afirma un informe del Arts Council.
No es de extrañarse que la mayoría de los estudiantes de arte no se gradúen. Los artistas que no abandonan el arte por completo se convierten en parte de una fuerza laboral cultural precaria. Muchos artistas siguen carreras comerciales en industrias creativas como el entretenimiento y la publicidad, renunciando a sus derechos intelectuales y capturando una fracción del valor que ayudan a crear para estas industrias multimillonarias. El trabajo asalariado reduce el valor de las ideas, la estética, la expresión individual, y la importancia cultural a una tarifa por hora.
Las plataformas de crowdfunding como Kickstarter y Patreon intentan ofrecer una solución, pero sus modelos comerciales entran en conflicto contra sus prinicipios declarados y sus propios resultados. El proyecto más financiado de Kickstarter levantó 20 millones de dólares pero fue lanzado por una empresa de Silicon Valley que ya tenía una inversión de 25 millones.
No es inaudito que estos sistemas en los que los ganadores se llevan todo terminen beneficiando a los participantes que cuentan con grandes presupuestos de mercadotecnia y una gran base de seguidores, ignorando a los pequeños proyectos independientes que realmente necesitan apoyo. Las plataformas de crowdsourcing alimentan la narrativa de que los artistas deben recibir apoyo a través de donaciones, en lugar de a través de su trabajo artístico. Aceptar donaciones crea una deuda simbólica y reconfirma el fracaso del artista para ganarse la vida con su trabajo. La gente puede sentirse tentada a concluir que la mayoría de los artistas no son miembros productivos de la sociedad.
La economía global se ha expandido durante las últimas décadas, pero solo el 1% de los asalariados ha capturado la mayoría de las ganancias.
Mientras tanto, los demás trabajan más, durante más horas. Como ahora es evidente por las devastadoras consecuencias económicas del coronavirus, la mayoría de las personas carecen de una red de seguridad social básica. Millones de trabajadores son autónomos, independientes, o trabajan en la economía informal y, por lo tanto carecen de beneficios básicos. En los Estados Unidos, incluso aquellos que son empleados de tiempo completo tienen su seguro de salud vinculado a trabajos que pueden desaparecer abruptamente, dejándolos vulnerables de un día para otro.
La filósofa Judith Butler afirma, “el neoliberalismo funciona produciendo poblaciones prescindibles; expone a las poblaciones a la precariedad; establece modos de trabajo que presumen que el trabajo será siempre temporal; diezma instituciones socialdemócratas establecidas, retira los servicios sociales a quienes están más radicalmente desprotegidos — los pobres, los indigentes, los indocumentados — porque el valor de los servicios sociales o los derechos económicos a provisiones básicas como la vivienda y la comida ha sido reemplazado por un cálculo económico que valora solo las capacidades empresariales de los individuos y moraliza contra todos aquellos que no pueden valerse por sí mismos o hacer que el capitalismo funcione para ellos.”
El concepto de un ingreso básico universal ha estado ganando terreno recientemente como una corrección ante nuestra creciente desigualdad actual y ha sido defendido por personas provenientes de diferentes extremos del espectro ideológico, desde titanes de la tecnología hasta socialdemócratas.
La Economía Invisible remunera a las personas con un ingreso básico garantizado que les da una base de estabilidad económica mínima.
Como dice Daniel Pink, “si la remuneración básica de alguien es inadecuada o inequitativa, esa persona se enfocará en la injusticia de la situación o la ansiedad que le producen las circunstancias. Tendrá muy poca motivación, si acaso.” Es difícil para los artistas desarrollar todo su potencial si se tienen que preocupar constantemente por ganarse la vida.
Estamos modelando nuestra asignación de recompensas en ParEcon, que tiene como objetivo brindar a todos las mismas oportunidades independientemente de su identidad. Mientras que las recompensas del libre mercado se basan en la propiedad privada, el poder de negociación, la producción y las ventajas heredadas, incluidas la inteligencia y el talento, en ParEcon las recompensas se basan en el esfuerzo individual. Recompensar a los artistas con base en su esfuerzo les permite seguir libremente su curiosidad, jugar y experimentar sin restricciones o presiones para producir resultados específicos.
Cualquier persona en cualquier parte del mundo con acceso a un dispositivo digital e internet puede participar en DADA. No hay procesos de evaluación, tarifas de membresía ni requisitos previos de ningún tipo. No se requieren niveles de destreza, currículums, o calificaciones. En un mundo en el que miles de millones de personas viven con menos de $5.50 al día, incluso un ingreso básico modesto en DADA podría tener un impacto en cientos de miles de personas que no tienen acceso a los mercados.
Los sistemas estelares se producen cuando un solo atributo (algo que es bueno o popular) es seleccionado entre muchos participantes. Los que aparecen a la cabeza de una lista tienen más visibilidad y se benefician de la influencia social; es decir, los coleccionistas están más inclinados a comprar su arte porque otros ya lo están haciendo. Mientras más personas compren su arte, más tiempo estarán en la cima, más personas comprarán su arte, excluyendo a otros que son igualmente merecedores.
Jaron Lanier explica que “un sistema estelar es solo una forma de empaquetar una curva de campana (o curva de Gauss)”. Los mismos datos se pueden clasificar a través de muchos atributos diferentes y se pueden diseñar para producir una curva de campana; es decir, un promedio de personas que agregan valor al sistema de muchas maneras diferentes, y una cola alta y una baja determinadas por el grado en que las personas se esfuerzan.
Distribución de recompensas:
Definimos el esfuerzo como una combinación del tiempo que las personas pasan en la plataforma, el valor relativo de las actividades a las que contribuyen, y el nivel de su compromiso en función de la frecuencia con la que participan y cuánto tiempo han formado parte de la comunidad. Esto se mide e implementa a través de incentivos integrados en el sistema utilizando la teoría de juegos cooperativos y un estrato ludificado sobre el protocolo. La creación de valor y el ingreso básico se pueden determinar en base a nuestro sistema de niveles ludificados.
En DADA, el valor creado por los miembros de la comunidad tiene muchas formas.
No depende exclusivamente del talento, la popularidad o la productividad. Un artista muy talentoso nos brinda una experiencia sublime. Un aficionado apasionado que dibuja mucho todos los días mantiene viva a la comunidad. Una persona que comenta sobre el arte de otros les proporciona una valiosa validación, y alguien que responde preguntas en el chat ayuda a solidificar la comunidad. Los coleccionistas que respaldan a los artistas también contribuyen al valor general de la comunidad. Hay muchas formas de contribuir y de ser recompensados.
Pero nuestro sistema no recompensa las ventajas injustas. No importa si usas la tableta más novedosa o si tomas prestada una PC vieja, si estás en Nueva York con una conexión de internet rápida o en Caracas con wifi lento. Puedes tener 30 años de experiencia como artista o estar empezando. No importa si gozas de un talento extraordinario o no eres muy bueno dibujando pero aún así disfrutas mucho la experiencia y la comunidad. Se te recompensará por tus esfuerzos para crear valor en DADA.
Una crítica común sobre recompensar el esfuerzo y no el talento es la suposición de que los artistas talentosos no querrán participar en un sistema así. Pero el arte no se trata del resultado, se trata del proceso. Un pasaje en el libro Arte y miedo ilustra este punto: “Una maestra de cerámica dividió su clase en dos grupos: uno necesitaba producir la mayor cantidad de macetas posible, y el segundo grupo necesitaba producir una sola maceta perfecta. Cuando llegó la fecha límite, “Los trabajos de la más alta calidad fueron producidos por el grupo asignado a la cantidad. Parece ser que mientras este grupo estaba produciendo montones de macetas y aprendiendo de sus errores, el grupo de calidad se sentó a filosofar sobre la perfección y no tuvieron mucho que mostrar más que teorías grandiosas y una masa de barro inerte.”
Por lo tanto, un sistema que recompensa el proceso incentiva a todos a hacer más arte a la vez que reconoce las diferentes contribuciones que cada persona agrega a todo el sistema. Esto da como resultado una distribución más equitativa de recompensas para los miembros de la comunidad. Finalmente, un ingreso básico garantizado basado en el esfuerzo es una solución radical a un sistema estelar atroz que recompensa desproporcionadamente a unos cuantos ganadores afortunados y deja a todos los demás con las manos vacías.
Parte 5: Validación