La Economía Invisible: Autonomía
La autonomía es la libertad de la gente para alcanzar su máximo potencial.
Parte 6 de 12
Por Beatriz Ramos y Yehudit Mam
Parte 5: Validación
La autonomía se define como la capacidad de tomar decisiones informadas sin coerción. En la Economía Invisible, en la que el arte está separado del mercado, la autonomía significa la libertad para ser autónomo y alimentar tu curiosidad, perfeccionar tus habilidades, experimentar con otros, obtener retroalimentación, ser parte de una comunidad que valora lo que haces, y realizar tu potencial. Un ingreso básico garantizado permite a los artistas hacer arte independientemente del mercado.
La economía conductual ha demostrado que no siempre tomamos decisiones racionalmente. En su libro Predictably Irrational, Dan Ariely explica cómo el razonamiento detrás de nuestras decisiones a menudo es imperfecto porque está influenciado por las emociones, las expectativas, las normas sociales y de mercado, y otros factores que afectan nuestra psicología. Los mecanismos de mercado, las plataformas en línea y el marketing corporativo explotan nuestros atajos psicológicos para manipular y alterar nuestros comportamientos, subvirtiendo nuestra autonomía individual. Emmanuel Kant afirmó que las personas se someten voluntariamente a ser gobernadas por entidades externas como la iglesia y el estado. Para él, la ilustración es el proceso mediante el cual las personas pueden eludir esta obediencia a la autoridad externa y alcanzar la autonomía. Actualmente estamos sujetos a las normas de libre mercado. Para lograr una autonomía real necesitamos comprender su impacto en nuestro comportamiento.
En la comunidad de arte en blockchain, la descentralización a menudo se entiende como una desintermediación radical: los artistas tienen el poder de controlar y promover su trabajo, establecer precios, negociar directamente con coleccionistas sin curadores o expertos, lanzar sus propias monedas y exhibir y vender su trabajo en diferentes plataformas. Si bien estos beneficios son posibles gracias a blockchain, esta noción de autonomía artística existe bajo las normas del mercado.
Pero los artistas solo quieren hacer arte.
Quieren ser artistas, no emprendedores creativos. Después de todo, en un sistema de libre mercado, el 99% de los artistas no pueden llegar a fin de mes, y la desintermediación no cambiará este hecho mientras se base en modelos de mercado libre. De hecho, muchos artistas no quieren tener que lidiar con el mercado, lo que puede ser el motivo de las fantasías habituales de los artistas de ser descubiertos por poderosos galeristas o mecenas adinerados o “ballenas”, o mejor aún, encontrar un empresario/musa que financie su carrera, como Yves Saint Laurent y Pierre Bergé. Las ventas y la auto-promoción son tareas ingratas para la mayoría de los artistas. Le quitan valioso tiempo al acto de crear.
Esto plantea la pregunta: ¿la autonomía significa poder hacer arte que satisfaga un mercado, tener que decidir dónde venderlo, promocionarlo, establecer un precio y negociar directamente con el comprador? ¿O es la autonomía la libertad de explorar la auto-expresión artística sin restricciones de ningún tipo a menos de que sean las propias? Pongamos estas preguntas dentro de un contexto más amplio, más allá de las normas del mercado:
Imagínate que hace mucho que no ves a tus amigos cercanos. Los invitas a cenar. Pasas todo el día comprando comida y cocinando mientras escuchas música. Llegan tus amigos. La comida es espléndida, el vino es excelente; la conversación, encantadora. Pero al final de la cena tus invitados sacan sus billeteras y preguntan: “¿Cuánto te debemos?” Nos comportamos de manera diferente y tenemos expectativas diferentes cuando un amigo nos prepara una comida que cuando vamos a un restaurante. Nuestra mentalidad cambia de normas sociales a normas de mercado; de consideraciones éticas a consideraciones económicas.
En el caso del arte, las normas sociales y las normas del mercado entran en conflicto.
Los artistas crean arte de un valor incalculable pero necesitan vender su arte para ganarse la vida. Pero, ¿cómo ponerle precio a una labor de amor, dedicación y sentimiento genuino? Así se sienten muchos artistas cuando tienen que ponerle un precio a su trabajo. El precio no se trata de la cantidad de tiempo dedicado, el costo de los materiales, o si la obra de arte es buena. Los aspectos inefables de la creación artística como la auto-expresión, la creatividad y la esencia del ser creativo no pueden cuantificarse realmente. La gente se comporta y tiene expectativas diferentes cuando hacen arte simplemente porque lo disfrutan o cuando coleccionan arte porque lo aman, que cuando lo hacen con el objetivo de lucrar.
La investigación de Dan Ariely demuestra que, según las normas del mercado, cuando hay dinero de por medio las personas se comportan de manera más egoísta, menos cooperativa y menos altruista. Ariely explica que las normas sociales “están ligadas a nuestra naturaleza social y nuestra necesidad de comunidad. Suelen ser cálidas y difusas. No requieren reembolsos instantáneos. Es como abrirle una puerta a alguien: nos da placer a ambos y no requiere de reciprocidad inmediata”. ¿Me ayudas a mover este sillón? ¿Me ayudas a cambiar este neumático? Las normas sociales se envuelven en nuestra naturaleza social y nuestra necesidad de comunidad. Generalmente son cálidas y acogedoras. No requieren de reembolso. En contraste, en las normas del mercado “los intercambios son claros: sueldos, precios, alquileres, intereses, y costos y beneficios. Estas normas de mercado no son necesariamente malas; de hecho, incluyen la autosuficiencia, la inventiva y el individualismo, pero implican beneficios comparables y pagos puntuales”.
“El arte en el mercado actual fascina porque funciona como el dinero mismo”. escribió el crítico de arte Peter Schjeldahl en The New Yorker . “Cualquier precio — muchos millones, un dólar cincuenta — pagado por cualquier obra de arte es absurdo. O llámalo poesía fiduciaria. La gente sigue notando que el valor del arte es estrictamente subjetivo, pero que la verdad sale a flote sólo hasta cierto punto, si es que lo hace … El mercado actual del arte no se dará por vencido hasta que llegue al máximo extremo. Por eso mantiene nuestra atención.”
En 2017, la obra de Leonardo da Vinci "Salvator Mundi" se vendió por 450 millones de dólares en Christie's, convirtiéndola en la pintura más cara del mundo. Pero su autenticidad y procedencia han sido cuestionadas , y su restauración excesiva ha suscitado preocupación. En el mercado del arte actual esto es irrelevante: el arte es un vehículo más para que los ricos muevan el capital. En la economía actual, el arte se ha financiarizado y se ha convertido en una clase más de activos que genera plusvalía, como las acciones de bolsa o los bienes raíces. De ahí las sumas astronómicas que pagan los coleccionistas por arte en las subastas y la proliferación de los puertos libres, paraísos fiscales en los que el arte más caro del mundo cambia de manos sin ni siquiera ver la luz del día.
Tratar el arte como un activo financiero degrada tanto al arte como a los artistas.
Infla los precios artificialmente y crea burbujas económicas. Cuando el mercado se corrige, esto devalúa el trabajo del artista. "Cuando los especuladores se dan cuenta de que no hay un consumidor final a un precio más alto, se apresuran a vender la obra antes de perderlo todo", dice el asesor de arte Todd Levin. "La demanda es impulsada por la codicia, la liquidación por el miedo. Es economía básica". El comerciante de arte Niels Kantor pagó $100,000 dólares por un lienzo abstracto de un artista emergente con la idea de revenderlo rápidamente para obtener una buena ganancia. En cambio, lo regresó al mercado con una pérdida del 80 por ciento. "Siento que puede llegar a cero. Es como una acción que se desplomó", dijo Kantor.
Algunos galeristas de arte intentan contrarrestar el impacto tóxico que tiene la especulación en los artistas pensando en sus carreras a largo plazo. Explica la galerista de arte Stefania Palumbo: "Lo que intentamos hacer tanto con nuestros coleccionistas como con nuestros artistas es crear relaciones y un crecimiento sostenible. Descubrimos que trabajar de esta manera disminuye la presión de estar en gran demanda, lo que puede desaparecer muy rápidamente."
Quizás sea fácil suponer que la mayoría de los coleccionistas de arte se comportan según las normas del mercado mientras que los artistas lo hacen según las normas sociales. La investigadora Erica Coslor realizó un estudio para explorar los puntos de vista de coleccionistas y profesionales del arte sobre el valor del arte. Descubrió que muchos coleccionistas de arte tenían inquietudes sinceras y relevantes sobre la naturaleza trascendental del arte. "Pero me sorprendió descubrir que esta cualidad del arte era menos importante de lo que imaginé para aquellos en puestos profesionales - artistas, directores de galerías y curadores - personas que se ocupan del mercado del arte en su trabajo diario", escribe Coslor.
Como dice el consultor de arte Alan Bamberger: "Las personas que aman el arte y saben algo sobre él generalmente toleran las declaraciones, corroboraciones y pronósticos, las toman en cuenta, pero en última instancia compran en función de cómo el arte los afecta personalmente. En otras palabras, inventan sus propias razones sobre por qué es arte, por qué es importante, cuánto vale, por qué vale la pena y por qué vale la pena poseerlo. Y si pueden pagarlo, lo compran. ¿Por qué? Porque enriquece sus vidas, tienen la intención de conservarlo para siempre, y no les importa lo que otros piensen, digan, reclamen o declaren. Lo compran ahora porque lo aman ahora; lo que pueda o no suceder en el futuro es irrelevante ".
Actualmente, el ecosistema emergente de arte en blockchain está reproduciendo las normas del mercado del arte convencional.
Nuestro objetivo es crear una economía sana de arte digital pero por principio no queremos incentivar comportamientos especulativos en nuestros coleccionistas. Por lo tanto, no utilizaremos las mecánicas negativas que impulsan a la gente a apostar, como en el estilo de subasta inglesa favorecido por las casas de subastas. Consideramos que este tipo de subasta es perjudicial para el arte y los artistas, ya que su objetivo es aumentar el precio lo más rápido y lo más posible — como apostar en un hipódromo. Este tipo de subasta no se trata del arte o de los artistas sino de pura especulación. Su mecánica de juego también pone en peligro la autonomía que tienen las personas para decidir por qué y cuánto ofertar.
Hemos estado realizando experimentos para comprender cómo diferentes mecánicas influyen en la mentalidad de los coleccionistas y el público. En la conferencia RadicalXChange en Detroit el año pasado, experimentamos con la subasta estilo Channel, una nueva dinámica de subastas ideada por Glen Weyl, David Pennock y otros. La subasta Channel combina una subasta descendente estilo holandés con una subasta ascendente estilo inglés y está diseñada para vender proyectos que se transforman con el tiempo. Esta fue la primera vez que se realizó.
Subastamos “Sight Unseen”, una conversación visual que estaba siendo creada en tiempo real por un grupo de artistas en diferentes partes del mundo mientras la gente ofertaba. Limitamos el precio descendente a $20,000 y establecimos la primera oferta a $20. En el transcurso de dos horas, 12 artistas de diferentes países tuvieron 15 minutos cada uno para dibujar un panel.
Al final, el precio descendente había bajado a más de $3000 y dos postores competían por alrededor de $1500 cada uno. Para sorpresa de todos, uno de los postores propuso dividir el precio alto entre ambos y juntar el dinero para dárselo a los artistas, que obtuvieron $3125. Este postor creativo sintió que ver el arte realizado en tiempo real por artistas de diferentes países no tenía precio. El otro coleccionista también se sintió conmovido por la experiencia, pero calculó la cantidad de tiempo y esfuerzo que habían invertido los artistas y sintió que el precio final era justo. Creemos que esta inusual copropiedad no se hubiera producido si la subasta no hubiera sido un híbrido y la obra de arte no hubiera sido colaborativa. Su naturaleza colaborativa inspiró a los postores a unir fuerzas y creó una nueva alternativa para la copropiedad del arte.
Para vender el arte de DADA, planeamos usar la subasta de Vickrey o subasta de segundo precio.
En la subasta de segundo precio las ofertas son ciegas, por lo que nadie sabe contra qué precio u oferta está compitiendo. Gana el mejor postor, pero paga el precio de la segunda oferta más alta. Esto reduce la especulación porque las personas son más juiciosas al ofertar. No pagarán de más de acuerdo con sus propios cálculos, ya que si ganan, pagarán el segundo precio más alto. Este mecanismo alienta a los coleccionistas a pensar en el verdadero valor que la obra de arte tiene para ellos en lugar de concentrarse en las otras ofertas. Hace que se enfoquen en su propia experiencia con el arte y lo que significa para ellos. Se concentra en el valor subjetivo del arte.
La verdadera autonomía artística significa tener la libertad de crear sin expectativas impuestas desde fuera y, en el caso de los coleccionistas, comprar sin la influencia de dinámicas manipuladoras y especulativas, e interactuar con el arte de una manera más personal y significativa.
Renunciar al control del marketing y las ventas a cambio de un ingreso básico garantizado puede o no ser una propuesta atractiva para los artistas, dependiendo del éxito que tengan en el mercado. Pero en una comunidad como DADA, donde las personas crean arte colaborativo y valoran el juego, la intimidad y la exploración libre, poder estar libres del mercado es vital.
Parte 7: Autoexpresión